Sábado, 29 Junio 2019 - 12:00pm
Trujillo en Línea.- Jesús camina resueltamente a Jerusalén. Sabe que le espera la muerte y la gloria. Y mientras caminaba llama a sus discípulos. Les pide generosidad y radicalidad de vivir la libertad, dejar bienes materiales e imitarlo en su labor profética. De esto nos habla Lc. 9,51-62.
Rosemary, ha decidido ser misionera. Ha conocido tierras de África, con su alegría y su guitarra, ha ido recogiendo la experiencia de la cultura de esos pueblos. Ha aprendido junto al pueblo de los pobres, hacer objetos para ayudar a la misión, motivada por su amor a Jesús. Ha perdido a sus padres, a quienes cuidó en los últimos momentos de su vida. Predicar a Jesús y hacer que otros lo conozcan es su vida, como muchos seguidores de Jesús. Su testimonio de vida religiosa, me hace recordar las palabras de Jesús: “Los zorros tienen madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. (Lc. 9, 58). Y otra vez me pregunto ¡qué ejemplo de vida nos dan estos misioneros! Hay tantos voluntarios laicos en la selva, en los pueblos olvidados de nuestro país.
En nuestra Amazonía, el silencio de la selva sólo se rompe por el canto de los pájaros y el río. Allí estaban esos intrépidos misioneros dominicos, jesuitas, franciscanos, varones y mujeres, que desde hace cientos de años, se han metido en el interior de las comunidades nativas, creando escuelas técnicas, centros de salud, levantando mapas, que aman y defienden la vida de las comunidades nativas, porque han comprendido la radicalidad de la libertad del seguimiento de Jesús está en el amor.
Ser discípulo de Jesús nos abre a un horizonte nuevo, a una familia universal, a una religión de vida y no de muerte. Las palabras del seguimiento de Jesús son un llamado a la vida. Transforman nuestra vida. Porque predicar el reino de Dios es construirlo dando vida a través de la educación, la salud, la enseñanza de la dignidad de cada ser humano.
En el seguimiento a Jesús también sentimos los arrebatos como Santiago y Juan, que quieren mandar fuego del cielo sobre los samaritanos que no lo reciben. Jesús nos reprende cualquier tipo de violencia y discriminación. Porque su llamado a la libertad es opuesto al libertinaje, al odio, a la venganza. Como muy bien describirá el apóstol Pablo a los Gálatas “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado. Caminen según el Espíritu y no se dejen arrastrar por los deseos de la carne” (Gal 5,1.16)
Ser discípulos es amar la libertad. Y la ley de la libertad es el amor. Es construir comunión. Es vivir nuestro bautismo en un continuo renacer con Cristo a una vida nueva, en mejorar las relaciones en la familia, en el trabajo, en poner nuestros dones al servicio del bien común. En buscar los valores de la honestidad opuesta a toda corrupción, la justicia frente a la injusticia, la paz frente al desorden y la violencia. Es vivir en coherencia y fidelidad a Jesús y a su mensaje. Que en estas fiestas de San Pedro y San Pablo, que celebramos ayer, sepamos vivir en serio nuestra vocación cristiana, como lo vivió Pedro: generosidad, valentía, disponibilidad para hacer bien las cosas, fe, libertad y amor para saberle decir a Jesús: Sí, Señor te seguiré a donde quiera que vayas.(Fr. Héctor Herrera, O.P.)
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