Trujillo en Línea (Por: fray Héctor Herrera) En el evangelio de Juan 10,11-18, Jesús nos dice “Yo soy el Buen Pastor”, parte de la realidad de ese mundo rural y pastor de ovejas. Nos hace una clara distinción entre el asalariado que vive de las ovejas y las abandona en el peligro. El buen pastor da la vida por sus ovejas” (v. 11). El buen pastor conoce a sus ovejas y ellas lo conocen (v.14).
Esto es lo que han hecho los buenos pastores a lo largo de la historia: Mons. Carlos Santiago Burke OP, Mons. Enrique Angelelli, obispo de la Rioja (Argentina); Mons. Oscar Romero, Mons. Luis Vallejos Santoni, entre otros muchos.
“Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, como el Padre me conoce y yo conozco al Padre; y doy la vida por mis ovejas” (v.14-15), nos dice Jesús.
Esa cercanía y conocimiento profundo entre Él y la comunidad, su pueblo. Es la entrega de aquél que conoce profundamente a sus ovejas, y nos da el amor de su Padre, para que nosotros nos amemos y reconozcamos que somos hijos de Dios, nacidos de Dios (Jn 1, 12s.; 3, 5) por obra del Espíritu (Jn 3, 6). Él nos da una vida nueva para que escuchando su voz, cuidemos la vida. Porque el mundo que se opone al proyecto de Dios engendra odio, violencia, asesinato. No actúa con libertad, sino con la violencia y prepotencia.
Jesús reúne y congrega, como el pastor hace con su rebaño, así como los niños y jóvenes en las zonas rurales llaman a las ovejas, cuando los veo corretear por las montañas y los riscos de los cerros, así también nos reúne y nos da una misión: trabajar unidos por hacer realidad su mensaje de amor, de reconciliación y de paz que se basa en la justicia y en la verdad.
“Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y después recobrarla. Este es el encargo que he recibido del Padre” (v.18). Él nos da la vida como nos da la misión de ser testigos de la vida, frente a tanto sufrimiento, dolor y muerte. Él nos da la misión y nos llama a cada uno para ser signos de vida. Porque él optó por sus ovejas para que tengamos vida. Él se entregó a sí mismo por su Iglesia (Ef 5,32).
Es en el centro de nuestras comunidades cristianas, la Iglesia, pueblo de Dios, donde tenemos que descubrir el llamado de Jesús el Buen Pastor y poder cantar con alegría y esperanza el Sal. 22, el Señor es mi pastor, aunque camine por cañadas oscuras, tengamos miedo o desaciertos, tenemos la seguridad que Él nos guía y está con nosotros. Si escuchamos su voz lo reconocemos porque él da su vida, nos conoce y nos reúne como a un solo rebaño.
Que cada uno seamos pastores unos de otros para que sepamos cuidar y proteger la vida, la dignidad, el respeto y la coherencia de vida. Que nuestras comunidades sean llenas de alegría, fe, esperanza que es posible vivir esa vocación cristiana, en medio de un mundo tan necesitado de la ternura, la compasión, la generosidad y el saber compartir ese proyecto que Dios tiene para todos: amarnos como Él nos ama, para fortalecer la unidad de un pueblo que camina en busca de nuevos pastos y de nueva agua que nos haga capaces de dejarnos guiar por el único Pastor que es Cristo.
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