Hermanos (as), en este ambiente festivo de la Navidad, me permito recordarles que el mejor regalo que Dios ha hecho a la humanidad es Jesús, el Cristo, que ha asumido nuestra naturaleza humana.
Dios se hace niño, y nos trae el don de la paz y une en Él a la familia humana y divina, a lo terrestre y celeste. Por eso en aquella bendita noche de la Navidad, los fieles reconocen al Señor del cielo y de la tierra, al Salvador y Redentor.
El recién nacido, Jesús, es el príncipe de la Paz, pero de la paz no como la entiende el mundo sino de la paz bíblica, Shalom, que implica por una parte bienestar, prosperidad, desarrollo, alegría, justicia y por otra parte armonía con el hombre, con el cosmos y con Dios.
La paz es la definición misma de Cristo, por eso es vida, es amor, es salvación, es donación, es servicio, es fraternidad, es solidaridad. En este sentido, podemos afirmar, “quien salva una vida es como si salvase al mundo”.
Celebremos con gozo la paz que nos trae el nacimiento del Señor con este amor por la vida de cada ser humano. “No dejemos apagar la llama ardiente de esta paz bíblica encendida por Cristo”, para que todos seamos hombres de buena voluntad.
Trujillo 24 de diciembre del 2014
+ HÉCTOR MIGUEL CABREJOS VIDARTE, OFM.
Arzobispo Metropolitano de Trujillo
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