Trujillo en Línea.- Lc 6, 17.20-26 nos presenta a Jesús con sus discípulos y una gran multitud que lo seguía, quieren escuchar una Palabra de vida y de esperanza, que los sane y libere de tantos males.
El evangelista pone en labios de Jesús la pobreza, contraria al proyecto de Dios, consecuencia de la codicia y avaricia de los ricos. Jesús proclama el reinado de Dios y sus seguidores tenemos que cambiar las situaciones injustas de hambre, exclusión, marginación por situaciones más humanas y justas.
Jesús está en el llano, muy cercano a su pueblo y nos dice:
Felices los pobres, porque el reino de Dios les pertenece (v.20) donde está nuestro corazón ponemos nuestra seguridad. Los ricos ponen su seguridad en sus riquezas. Son necios y avaros, como el rico del evangelio (cf. Lc. 12,16-21) y los de hoy, cuánto más tienen, despojan a los pobres y a la nación. Su corazón no tiene espacio para la Palabra de Dios y ver la realidad de los pobres.
Felices los que ahora pasan hambre, porque serán saciados (V.21) 821 millones de personas padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren retraso en su crecimiento. Las personas más afectadas son América del Sur, África. “Los signos alarmantes de aumento de la inseguridad alimentaria y los elevados niveles de diferentes formas de malnutrición son una clara advertencia de que hay mucho trabajo por hacer para asegurarnos de no dejar a nadie atrás en el camino para lograr los objetivos de los ODS (Objetivos de Desarrollo sostenible) en materia de seguridad alimentaria y una mejor nutrición” (Inf. ONU)
Felices, cuando los odien, los excluyan, los insulten y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hijo del Hombre (v.23) Es ir contracorriente, como nuestro maestro Jesús. Él tomó el camino de la cruz. Es el camino de los discípulos, si amamos la verdad y la justicia. Es la voz profética de la Iglesia de Jesús, tomar la defensa de los excluidos, víctimas de la trata de personas, de los que son despojados de su hábitat bosques, fauna, flora, de las mineras que atentan contra la vida de humildes habitantes agricultores y pastores.
Los cuatro ayes contra los ricos, se refiere a sentirse satisfechos e indiferentes ante el hambre y la miseria de los pobres. Ríen ante la venta y comercio de órganos. Tienen sus cuentas aseguradas en la banca y la bolsa de valores, sin preocuparse de la infraestructura y en potenciar la pequeña industria a favor de emprendedores. Buscan los primeros planos en los medios de comunicación y son indolentes al cambio de estructuras o formas de vida en la economía, política, salud, educación, nutrición y alimentación. No usan los recursos para el bien común de sus naciones, sino la ambición del poder y sus intereses egoístas los dominan, porque no permiten que Dios entre en su vida.
Seguridad y confianza en Dios nos propone Jr 17, 5-8 para ser como: “un árbol plantado junto a la corriente; cuando llegue el calor, no temerá, su follaje seguirá verde, en año de sequía no se asusta, no deja de dar fruto” (v.8)
Bienaventurados los ricos, porque son pobres de espíritu. Bienaventurados los pobres, porque son ricos en Gracia. Bienaventurados los ricos y los pobres, porque unos y otros son pobres y ricos. (Pedro Casaldáliga). Fr. Héctor Herrera, o.p.
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