Trujillo en Línea.- El COVID-19 ha puesto en jaque a todos los sistemas sanitarios del mundo. Con la salvedad de los Estados fuertes y con ciudadanía que lo están conteniendo, desafortunadamente muchas de las potencias continúan siendo severamente golpeadas por el coronavirus. Falta mucho para superar la pandemia pero puede ser interesante iniciar la reflexión sobre cuáles podrían ser las enseñanzas y retos que se podrían generar en el campo económico para el Perú. Como en toda circunstancia hay miradas optimistas que avizoran cambios positivos para el futuro y otras pesimistas donde todo permanecería igual. Lo que parece claro es que con y luego del COVID-19 se abren más espacios para los Estados nacionales. Asimismo, la magnitud prevista de los impactos económicos obligaría a mirar más hacia dentro y a sectores específicos promoviendo trabajar más seriamente en la diversificación productiva. El neoliberalismo, en particular el peruano está bajo cuestionamiento, no el capitalismo en general ni tampoco algunos elementos de nuestro manejo macroeconómico.
Impactos económicos: paradojas a la vista
Es paradójico que según el Banco Mundial el Perú controlaría esta crisis mejor que otros países de la región pero al mismo tiempo es de lo que se contraerían más en 2020. En las proyecciones del organismo internacional de mediados de abril la caída sería del 4.7%, más negativa que la de Bolivia, Chile, Colombia y Uruguay; siendo el promedio regional una reducción de 4.6%. El FMI acaba de mostrar una proyección con una caída del 4.5% para el Perú en 2020. ¿Entonces de qué nos sirve el mayor espacio fiscal con que cuenta el país? Asimismo, si tenemos abundantes reservas internacionales, baja inflación, reducido endeudamiento público y en general una macroeconomía sana, ¿Por qué estaríamos peor que otras economías de la región? Aquí caben dos hipótesis. La primera relativa a que se sobreestiman los impactos en nuestro país; la segunda sería que las diferencias radicarían en la modalidad de inserción de la economía peruana a la internacional, a aspectos institucionales y al comportamiento especulativo y voraz de nuestros agentes económicos.
De partida las cifras del Banco Mundial parecen sobreestimadas. Nuestra proyección base asumiendo seis semanas de paralización obligatoria y dos trimestres de impactos significativos del sector externo sería una caída de 6.4% en 2020, misma que se reduciría a 4.8% si la política fiscal anticíclica es de S/. 6 mil millones, 3.2% si es de S/. 12 mil millones y una contracción de 2.6% si se llega gastar S/. 16 mil millones adicionales equivalentes al 85% del Fondo de Estabilización Fiscal. No se consideran los efectos positivos de Reactiva Perú, ni la reducción de la Tasa de Referencia de Política Monetaria a 0.25%, a pesar de los límites que enfrenta esta política anticíclica. Sin embargo, si se asumen que las estimaciones del organismo internacional son acertadas, por descarte habría que reconocer en la modalidad y tipo de inserción a la economía internacional y en el comportamiento de nuestros agentes económicos las razones principales para explicar nuestra mayor contracción. Adicionalmente no habría que omitir nuestro menor tamaño del Estado respecto de Bolivia, Chile, Colombia y Uruguay.
¿Modelo neoliberal o ahorro fiscales?
Muchos analistas económicos y periodistas están preocupados; critican a todos los que planteamos que esta pandemia pone en cuestión el modelo de crecimiento económico, en particular al neoliberalismo en su vertiente peruana. Se olvidan que quienes enfrentaron mejor la emergencia sanitaria fueron las economías asiáticas como China, Corea del Sur y Japón, quienes también comparten las características de un mejor Estado y ciudadanía entendida como el respeto absoluto a la reglas de convivencia.
Afirmar que el modelo neoliberal peruano debe ser ajustado, no es en absoluto recusar al capitalismo donde la bases son la propiedad privada de los medios de producción y la existencia de mercados; tampoco es criticar que el manejo de cualquier economía se realiza dentro de determinado parámetros macroeconómicos. Nadie estaría de acuerdo con pronunciados déficit fiscales, ni que esta sea financiada por el Banco Central. El endeudamiento externo no es ilimitado, como tampoco se puede fijar una paridad cambiaria artificial o controlar precios como política permanente, entre otras políticas cerradas. El ajuste del modelo del crecimiento económico no va por allí. Se trata en cambio de tener acciones más decididas con relación a la diversificación productiva; darle espacio efectivo al planeamiento estratégico; endogenizar la política monetaria anticíclica a través de nuevas funciones al BCRP manteniendo su autonomía y la imposibilidad de financiar al gobierno. Asimismo, establecer mecanismos semiautomáticos en el caso de la política fiscal contracíclica; llevar a cabo una transición ecológica y proporcionar mayor capacidad de Estado en términos de recursos y habilidades, entre otras. Se pretendería un nuevo balance entre Estado-mercado evitando que los trabajadores sean una simple pieza de recambio.
Muchos repiten equivocadamente que es nuestra fortaleza fiscal la que permitiría tener un amplio programa de reactivación con base a la política fiscal anticíclica. Ese atributo no es válido cuando la presión tributaria del Perú es de sólo 15.3% del PBI por debajo del estándar de América Latina y el Caribe de 22.8% y 34.8% para los países miembros de la OCDE (2017). Lo que ocurre es que nuestro país acumuló elevado superávit fiscal como resultado de menores niveles de gasto corriente y de infraestructura, incluido el sector salud. Las grandes carencias sanitarias se deben precisamente a esa falta de inversiones. Por otra parte, también se ufanan erróneamente por nuestros bajos niveles de endeudamiento público omitiendo los pasivos en firme y contingentes vinculados a asociaciones público privadas que totalizaron US$ 39,280 millones equivalentes al 18.3% del PBI en 2017. Estos pasivos adicionales representan el 75% de la deuda pública externa e interna del país (Alarco y Salazar, 2019).
Algunas lecciones
Esta pandemia debe ser útil para mejorar nuestras capacidades y habilidades como Estado en tiempos normales y para enfrentar futuras contingencias. A la vista destacan cuatro áreas: la articulación y mejora del sistema de salud pública y privada, el perfeccionamiento del sistema de lucha contra la pobreza, diseño e implantación de planes para la emergencia y reactivación económica, y el establecimiento de protocolos y actuación rápida ante emergencias. En todos los casos se trata de documentar la situación de partida, las acciones realizadas, los problemas detectados, las medidas correctivas y el protocolo-criterios de acción para el futuro.
En la esfera económica la acertada decisión rápida de otorgar los bonos de emergencia orientados a los pobres, trabajadores independientes y el apoyo a través de las municipalidades debe ser útil para mejorar montos, padrones de beneficiarios y procedimientos de entrega para futuras circunstancias. Las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades de desembolso mediante tarjeta de débito o billeteras digitales, entre otras. Por otra parte, si bien las respuestas económicas ante la emergencia han sido rápidas, lo cual se debe felicitar, se nota desarticulación por falta de diagnósticos adecuados. Hubo idas y vueltas con el tema de los recursos de las AFPs, Reactiva Perú y los fondos establecidos deben condicionar los créditos a mantener la planilla laboral y enfocarse en primer lugar a las micro y pequeñas empresas. También debería aplicarse con mayor selectividad con base a criterios financieros sectoriales por tamaño de empresa y colocar y definir las tasas de interés aplicables. Hay varias iniciativas sobre recuperación adelantada del IGV, de depreciación acelerada de activos fijos y sobre donaciones que deberían ser canceladas. La norma sobre suspensión perfecta de labores fue equivocada. Debió esperarse hasta una situación extrema y acotarse sólo a actividades económicas muy específicas y aplicables exclusivamente a micro y pequeñas empresas, no a medianas y grandes.
Retos
Llamó la atención que el Decano de la prensa nacional en un editorial de mediados del mes de abril se refiriera a la necesidad de que se lleve a cabo un planeamiento oportuno de la reactivación económica; enhorabuena. Se reconocía que este proceso daría certidumbre a los trabajadores y empresas sobre el modo y el momento en que podrían empezar a operar. Sin embargo, no hay que hacerse muchas esperanzas ya que el Consenso de Lima es contrario a una mayor presencia del Estado, al planeamiento estratégico, a la diversificación productiva, a considerar el rol de los trabajadores y su salario y a endogenizar tanto la política fiscal y monetaria anticíclica. La batalla ideológica debe colocar estos temas en la primera línea de discusión.
Hay que insistir en que se elabore un Plan para la reactivación económica que integre y articule el diagnóstico general y sectoriales, los criterios de priorización, las estrategias y medidas macro, meso y microeconómicas. Asimismo, que incorpore los recursos necesarios, resultados esperados y los mecanismos de evaluación y ajustes al Plan. Hasta ahora tenemos un conjunto abundante de medidas aisladas y el CEPLAN sigue relegado. Los países desarrollados están saliendo relativamente mal parados de la emergencia sanitaria; habrá que evaluar rápidamente las respuestas que diseñen e implementen en la esfera económica. En el campo de lo político no hay que dejarse llevar por los modelos autoritarios. Tanto las democracias liberales tradicionales como el fascismo fueron respuestas a la crisis de los años 30 del siglo XX. Ahora en cambio se debe pensar y trabajar a favor del Republicanismo que descansa en el autogobierno democrático, la ausencia de dominación y la virtud cívica concebida como la disposición del ciudadano a dejar de lado sus intereses particulares en aras del bien común (Ritcher Morales, 2019).(Por: Germán Alarco/ Profesor investigador de la Escuela de Postgrado de la Universidad del Pacífico –publicado en Otra Mirada)
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