Jueves, 21 Marzo 2019 - 2:15pm
Trujillo en Línea.- Hubo un gobierno en el Perú en la década del 2000, al supuesto retorno a la democracia, que se le ocurrió expulsar a la filosofía de las aulas escolares. Algo que no se atrevió siquiera el autócrata Fujimori. Es decir, se puede comprender que un gobierno dictatorial, autoritario, quiera aplastar todo tipo de disidencia. La historia de la humanidad es clarísimo en ello. Cada iluminado, emperador, caudillo, asume que ha encontrado el camino, la verdad y la vida, para todo el colectivo y que no es necesario ningún otra posición. El mundo ya tiene una única explicación.
¿Para qué se necesita inquietarlos con esos pensamientos cuestionadores que se les ocurre a ese gremio de inconformes con el estado de cosas? Lo que pasó, entonces, fue que el curso de filosofía fue exiliado a una zona difusa, diluido entre supuestas competencias alcanzables en los cursos escolares. En pocas palabras, expulsado del reino colegial por un gobierno asumido como democrático. Es hora de ajustar cuentas con aquellos que hicieron añicos parte de nuestra esperanza en una mejor formación.
Las consecuencias son evidentes. El pensamiento crítico ha sido reducido a su mínima expresión. Generaciones de jóvenes que no ha tenido la oportunidad de exponer argumentos y cuestionar organizadamente el estatus quo. La filosofía, sin caer en alguna lectura mesiánica, permitía escenarios de diálogo exigente de argumentaciones. Platón fue reemplazado por Prozac y programas televisivos llenos de “Guerreros y Combatientes”. Aristóteles y su ética, hecha añicos en los pasillos judiciales. San Agustín y su sabiduría, confinados a un mal déjà vu. Acaso Maquiavelo, en su versión más sórdida fue el que reinó. En la clave más interesada del poder ambicioso. El poder por el poder. La podredumbre como metodología. La corrupción campeando en el país donde el pensar fue castigado, desterrado como pieza paleolítica.
La filosofía en un mundo de mercado libre, de neuromarketing, de Amazon y Netflix, es apenas un pretexto para denostar del pensamiento. La rapidez de las cosas exige un individuo práctico, casi cínico. ¿Qué es eso de pensar dos veces, de reflexionar éticamente sobre las acciones a tomar? ¿A quién se le ocurre filosofar sobre lo que nos sucede? Filosofar, bajo los anteojos neoliberales, incluso de los extremistas (sean de izquierda o derecha), es peligroso.
Mejor hagamos enlatados, best seller de autoayuda donde se finge ser feliz a montones y en serie, vendámoslo como la panacea seudofilosófica para aplacar las inquietudes del alma. Sigámonos engañando. Un mundo de zombies, una población que seguirá eligiendo a Toledo, Ollanta, Alan, PPK y Keiko. Esa es la herencia, también, de ese ministro y su viceministro que decidió sacar de los colegios a la filosofía. Esos burócratas son tan responsables como los que permitieron, con silencio cómplice, que se llevará a cabo ese crimen. Hay que aceptar que el gremio filosófico peruano hizo casi nada por defender sus fueros. Debe ser uno de los más dispersos y menos eficaces en representar sus intereses.
Entonces ¿Debe volver la filosofía a las aulas escolares? La respuesta es afirmativa, contundente y urgente. Se necesita, para hacer sostenible el proyecto nacional, que formemos peruanos con espíritu crítico, cuestionadores imparables, que no asuman que lo que escuchan es la verdad, que busquen múltiples respuestas, que imaginen con los pies en la tierra, que no se llenen de ese burdo patriotismo gastronómico sino es para entender que si hay pobreza algo no funciona en el sistema. La filosofía es un arma liberadora, una herramienta de esperanza, un vector que construye ciudadanía. Te vacuna contra el racismo, contra esos que creen que su color de piel determina su superioridad, te inocula contra los fanáticos de todo tipo, con los ingenuos que asumen que algún elegido salvará al Perú, la filosofía aterriza los sueños más estúpidos e ingenuos y los convierte en una estrategia racional, no te da alas, te enseña que solo tienes pies y este mundo para lograrlo. ( Por: Rubén Quiroz Ávila –Otra Mirada.pe)
(*) Profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha obtenido la beca de la Ford Foundation, la Beca Santander Latinoamérica y el premio nacional Raúl Porras Barrenechea otorgado por el Concytec y la Embajada de Francia en Perú. Hizo su postgrado en España y Francia. Ha publicado diversos libros sobre discriminación racial, educación superior y arte latinoamericano.
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