Trujillo en Línea.- La semana pasada se hizo viral el tweet de un joven periodista, en el que recogiendo el airado reclamo de sus amigos sobre la crisis por la que atraviesa el país, advertía: “los jóvenes nunca habíamos visto al Perú retroceder así”. El mensaje terminaba con un solemne llamado a un “shock de esperanza”.
Para quienes pasamos los 30 años, o para quienes conocemos un poco de nuestra historia contemporánea, el tweet resulta inexplicable. Si hablamos de crisis económica, el gobierno de Alan García parece una película de terror que hoy podemos evaluar con la calma que brinda la distancia del pasado: vivíamos haciendo largas colas para conseguir alimentos básicos, en medio de una hiperinflación acumulada que llegó a marcar 3.5 millones por ciento. El dinero de desvanecía en el aire, como nuestra esperanza en el país.
Si hablamos de crisis política, la actual tampoco parece ser la peor de las últimas décadas. A la crisis de los partidos políticos que se agudiza en la década de los 80, le sobrevino la crisis de la corrupción de los 90. Ya todos conocemos el final del régimen autocrático de esa década. Fujimori convocó a nuevas elecciones, el mismo año que asume su inconstitucional tercer mandado, luego de que un “vladivideo” sacara a la luz pública otra enfermedad recurrente de nuestra realidad política: el transfuguismo.
Hoy no tenemos ni las peores cifras de recesión económica, como a fines de los 90, ni vídeos que comprometan al presidente de la república en actos de corrupción. Pero la crisis sigue ahí, como desde el inicio. Recientemente se ha exacerbado por el mayor destape de corrupción de las últimas décadas: Odebrecht y los “Cuellos blancos del Puerto del Callao”, nos devolvieron a la realidad: la corrupción forma parte del ADN de nuestro viejo sistema político, todavía vigente.
Por ello fue un bálsamo que, en medio de todo esto, aparecieran las reformas políticas. Luego de impulsar la reforma judicial, el presidente Vizcarra apostó por una reforma que ayude a renovar la forma en la que se viene haciendo política en el país. Si bien el Congreso realizó algunos cambios a la propuesta del Ejecutivo, negándose a soltar el control de la inmunidad parlamentaria; se lograron aprobar 6 proyectos de ley. De ellos, 2 son de reforma constitucional y 4 tienen rango de ley.
El recambio de esta clase política fallida, sin embargo, no depende exclusivamente de nuevas reglas: es urgente la emergencia de nuevos cuadros e ideas. El adelanto de elecciones propuesto por el Ejecutivo deja con menos margen de éxito la entrada de nuevos actores políticos. Por eso, el verdadero desafío es ir más allá del famoso “que se vayan todos”, recordando que está en juego nada menos que la aplicación efectiva de: (i) elecciones primarias, (ii) paridad de género; y, (iii) la recolección de 25 mil firmas ciudadanas (en lugar de 700 mil), como requisito para la constitución de nuevos partidos.
Si adelantamos las elecciones sin garantizar estas nuevas reglas de juego, podremos estar despidiendo a los Becerriles para darle la bienvenida a las Martha Chávez.
Hace casi dos semanas, el gobierno tiene en su cancha la posibilidad de que un importante elenco de las reformas políticas tenga vida. La autógrafa de los 4 proyectos de rango de ley se encuentra en el despacho presidencial desde el 06 de agosto, esperando su promulgación en El Peruano. Lo que necesitamos hoy no es tanto un shock de esperanza, sino un shock político: que el Ejecutivo luche hasta el final por la vigencia inmediata de sus reformas políticas; y, que el Congreso acepte de una vez por todas que el pueblo los quiere fuera antes del 2021.
En el medio, ambos actores deben ser capaces de poner el país primero, aun cuando ello signifique reajustar las fechas de las nuevas elecciones. No sería descabellado plantear que el nuevo gobierno asuma en noviembre del 2020, y no el 28 de julio, tal como hizo Valentín Paniagua -a quien debería invocarse menos y seguirse más-. Un acuerdo político entre gobierno, congreso y sociedad civil, podría cambiar esta fecha para asegurar la aplicación de las nuevas reglas de la reforma política.(Por Edward Dyer, Director de Política del Grupo Valentín Paniagua)
Twitter: @edyerc , @Grupo_Valentin
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