Trujillo en Línea.- La negación de la cuestión de confianza al gabinete encabezado por Pedro Cateriano es producto de los graves errores cometidos en las últimas semanas por el gobierno de Martín Vizcarra. Primero, por confiar en que una entrega total a la derecha proempresarial podría sacarlo de la debilidad en que se encontraba. Segundo, por creer que al evitar referirse a la gravedad de la pandemia en su discurso de Fiestas Patrias (el Perú se encuentra hoy entre los casos más graves del planeta) soslayaba el problema. Y tercero, por asumir que con la propuesta de un Pacto por el Perú y las políticas de largo plazo que señalaba Cateriano, inauguraba un hipotético gobierno de cinco años y no la realidad de administrar un corto plazo de ocho meses hasta la realización del próximo proceso electoral. La negación de la confianza es la respuesta a esta soberbia.
Pero ¿qué lleva a Vizcarra, Cateriano y el entorno empresarial y mediático que los rodea a tanta inconciencia sobre la situación para cometer semejantes errores? El no considerar que vivimos una crisis de régimen, agravada por la pandemia, que luego de lo ocurrido en el país en los últimos años: renuncia de Kuczynski el 2018, cierre del Congreso el 2019, elecciones parlamentarias extraordinarias el 2020; además de todos los expresidentes de la república de los últimos 30 años, salvo Valentín Paniagua, acusados de corrupción; hacen que la forma de hacer política y específicamente de mandar a la que estaba acostumbrada la derecha neoliberal, ya no funcione más en el Perú.
En este sentido, Pedro Cateriano y sus propuestas, sin mayor contacto con el grave sufrimiento de la mayoría de los peruanos, eran más de lo mismo y la gente ya no cree en ellas. Suenan a disco rayado. Por eso, podemos achacar a este Congreso una serie de limitaciones, señalar que muchos de sus integrantes están allí para defender intereses de corto plazo e incluso de directo beneficio personal. Sin embargo, lo que no podemos negar es que, en esta coyuntura, están más en contacto con las necesidades de la población que el Poder Ejecutivo comandado por Vizcarra.
Ahora nos queda por delante la urgencia de enfrentar la pandemia, su actual tasa de mortalidad, y las consecuencias de hambre en la población, además de garantizar elecciones libres y justas.
Vizcarra tiene que escuchar la alarma que ha sonado con la negación de la cuestión de confianza y nombrar un gabinete renovado que recoja, dentro de las limitaciones actuales, el mayor consenso nacional. Irse por el vericueto de los enroques, de mantener a los mismos ministros pero en otras carteras no va a llevar sino a más crisis. Las tareas por cumplir son del corto, diría del cortísimo plazo. Ocho meses, Martín Vizcarra tiene que grabarse ese tiempo en la cabeza, después no será sino un “pato cojo” que se verá obligado a consensuar todo con el nuevo gobierno elegido.
Por lo demás, es indudable que esta nueva crisis política, dentro de las varias otras crisis mayores que atravesamos, ha significado una derrota contundente para el sector más reaccionario de la derecha peruana que le apostaba sus cartas al gabinete Cateriano.
La derrota de este sector no parece ser sólo coyuntural y podría convertirse también en derrota electoral el próximo año si sus adversarios, hay ver cuáles serán ellos, se lo proponen en serio. Por ello digo que la caída de Cateriano, 21 días después de asumir, ya fue en lo inmediato y puede convertirse, ojalá, en una ganancia de fondo para el Perú. (Por: Nicolás Lynch – Otra Mirada)
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