Trujillo en Línea.- Casi de improviso el término bullying ha pasado a formar parte de nuestro vocabulario diario. Muchos hasta hoy no saben de qué hablamos y si recurren al diccionario dicho término no existe. “Esa falta de término” provoca que, en no pocas ocasiones, sea imposible reconocer determinados comportamientos como acoso escolar. La violencia física o psíquica entre estudiantes comenzó a investigarse en los E.E.U.U., Gran Bretaña y los países nórdicos a principios de los setenta.
Allí recibió el nombre de bullying. Dan Olweus y Peter Heinemann fueron dos de los primeros especialistas en el tema. Para Olweus es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre estudiantes de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado.
Las clasificaciones del bullying comprenden la violencia física, verbal, el maltrato psicológico a través de amenazas y burlas hirientes, y el acoso social, también llamado bullying indirecto, que consiste en aislar a la víctima.
El bullying no entiende de distinciones sociales o de sexo. A pesar de la creencia extendida de que los centros escolares situados en zonas menos favorecidas son por definición más conflictivos, lo cierto es que el bullying hace su presencia en casi cualquier contexto.
Las consecuencias del acoso escolar son muchas y profundas. A la evidente baja de la autoestima se suman la pérdida de interés por las cuestiones relativas a los estudios, lo cual puede desencadenar una situación de fracaso escolar, problemas psicológicos de ansiedad, así como la aparición de trastornos fóbicos de difícil resolución.
El grado de violencia que se vive en las aulas es un fenómeno nuevo que revela un cambio en la socialización del niño. Los menores de hoy, según muchos estudios, no saben superar sus frustraciones, no han aprendido a dilatar la gratificación y no saben compartir, porque muchos no han tenido hermanos y, por tanto, nunca han repartido sus juguetes y ropa.
Si a esto se añade que los padres trabajan todo el día y delegan el cuidado y la educación de los hijos a abuelos, televisión e internet -desde donde acceden fácilmente a contenidos violentos presentados de forma atractiva-, y que se ha perdido la cultura del esfuerzo y del respeto a la autoridad, se da el caldo de cultivo perfecto para que en las aulas se registre un clima de conflictividad nunca antes visto.
Los factores que pueden hacer aparecer el bullying son incalculables. Tanto como las formas en las que se manifiesta y los perjuicios que ocasiona. Víctimas y victimarios, por otra parte, suelen tener mala relación con los compañeros.
La influencia del ambiente familiar identifica el origen de la violencia en estudiantes en la ausencia de un padre o la presencia de un padre violento está el origen del comportamiento agresivo de los niños cuando son adolescentes o jóvenes.
Otros factores familiares que influyen son la organización del hogar, el reparto de roles entre los familiares, la situación socioeconómica de la familia, las tensiones matrimoniales, entre otras.
Finalmente, es cierto que muchos docentes no detectan el bullying porque desconocen sus manifestaciones, indicios, causas o consecuencias. Las familias, por su parte, deben estar atentas a sus hijos. Deben observar sus comportamientos, sus estados de ánimo, los cambios en sus hábitos o costumbres.
Deben dialogar con los niños y tratar de comprenderlos desde su perspectiva, desde su realidad, no desde fuera. Deben apoyarlos en una socialización igualitaria y comprensiva. “Es verdad que hay veces que la comunicación padres-hijos no es tan fluida como debería y esto hace que los estudiantes no encuentren apoyo en sus padres a la hora de hacer frente a lo que les ocurre”.
La sociedad tarda un tiempo en asimilar los fenómenos que van surgiendo. Pero, esto no nos exime de nuestra responsabilidad. Todos debemos implicarnos en la prevención, detección y solución de los problemas de bullying.
ADRIANA PATRICIA BARÓN RIVERA
ASESORA DE COMUNICACIÓN
I.E. “SANTA ROSA”
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