Trujillo en Línea.- (Por Carlos A. Bocanegra García).- Con mucha algarabía asistimos a la construcción de la represa de “palo redondo”, que según el proyecto de irrigación costera Chavimochic, está destinado a almacenar agua para asegurar la sostenibilidad de los cultivos agroindustriales de la I, II y III etapa que contempla el proyecto.
Sin embargo poco o nada se dice de cómo nos afectará la inexorable escasez mundial del agua, que según el informe de Wordld Resoures Institute, publicado en el 2013 dentro del mapa mundial del llamado “stress hídrico”, el Perú. Chile y México figuran en rojo, una de las más temibles condiciones.
Si bien es cierto que nuestro país está posicionado como uno de los veinte del mundo con más agua dulce, también es cierto que se encuentra amenazada frente a tres grandes factores que lo colocan en situación de incertidumbre y alto riesgo.
La contaminación, entendida como la introducción de sustancias tóxicas producto de la minería, la curtiembre, uso de agroquímicos, los residuos líquidos industriales y domésticos, constituyen un riesgo alto para la calidad sanitaria del agua y la salud pública, solo basta tomar información de lo ya investigado en el río Moche y en el río Santa, donde a lo largo de sus cuencas, se vierten ingentes cantidades de aguas ácidas que contienen metales pesados, que terminan contaminando el acuífero y llegan hasta el mar.
Por otra parte , la creciente desglaciación de los nevados de la cordillera peruana y particularmente de Huaraz, donde el Cambio Climático, ha devastado ya más del 40 % de los glaciares, al extremo de haberse retirado de la lista de los nevados al otrora Pastoruri, por su ausencia de hielo.
Parece que se quisiera ignorar que el agua que sostiene al proyecto Chavimochic proviene de los nevados de Huaraz y que a través del río Santa es canalizado para abastecer también al proyecto Chinecas, ubicado en Chimbote (Santa).
De ocurrir lo pronosticado, en no menos de 30 años, se agotarán los glaciares y con ello la fuente más importe de agua, quedando solamente las precipitaciones, que sin duda serán aprovechadas por los pobladores de la región Ancash.
Finalmente, la cuestión de la tenencia y uso del recurso agua, constituye el principal reclamo de las comunidades altoandinas y que se han convertido en los denominados conflictos socio ambientales (Conga, Espinar, Tía María, Otuzco, etc.).
El reclamo no es solo porque consideran un atentado a la calidad y cantidad del recurso, sino que además, se prevé que para los próximos 20 años, se incrementará la demanda de agua por la minería en un 132%, y lo peor aún, es la falta de información certera de la cantidad de agua que disponemos. Se menciona que la minería a nivel nacional emplea el 2% del agua, cifra que corresponde al 1979, cuando la minería representaba solo el 12% de las exportaciones y que actualmente ya alcanzó más del 50% ( Rhut Preciado), lo que quiere decir que se manejan cifras desfasadas e interesadas.
Recién, desde el 2015 se ha iniciado una evaluación de los recursos hídricos en cada cuenca, puesto que los proyectos mineros se han basado en información de caudales de los ríos de más de 20 años de antigüedad; caso aparte merece resaltar que muchas de los puquiales y manantiales de agua limpia que es usada para su envasado o embotellado, ya están concesionadas, hecho que complica su disponibilidad de un bien público.
Lo más sorprende de esta situación crítica, es que existen instituciones creadas para asegurar la calidad, gobernanza y gestión de los recursos hídricos como son la Autoridad Nacional del Agua (ANA y ALA), Dirección Regional de Salud (DIRESA) y el Organismo de Evaluación y Fiscalización (OEFA), que en la práctica no coordinan y como consecuencia se continúa en un verdadero caos, que alimentan la incertidumbre y los riesgos de la sostenibilidad hídrica para consumo humano y la agricultura, que finalmente se traducirá en mayores conflictos con trágicas consecuencias.
(*) Biólogo Pesquero, docente de la Universidad Nacional de Trujillo.
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