Trujillo en Línea.- El término homologación tiene ya un significado de injusticia histórica. Es decir, durante décadas se ha intentado, con nulo éxito, mostrar la inmensa importancia que significa el reconocimiento digno del trabajo de aquellos que se dedican a la enseñanza en las universidades públicas. La nueva ley universitaria 30220, en su artículo 96, consagra y lo recuerda, con crueldad, este reconocimiento de antigua y ya triste data. El viejo artículo 53º de la Ley Nº 23733, sentenciaba, hace décadas, contundentemente: “Las remuneraciones de los profesores de las universidades públicas se homologan con las correspondientes a las de los magistrados públicos”. Eso fue en el año 1983. Hace más de 36 años que esta ley lo señalaba como una forma de entender la importancia del cuerpo docente para formar a los profesionales del país. 36 años y nuestra propia ley no se ha cumplido. 36 años del mito de Sísifo diario. 36 años 36 años 36 años de promesas rotas. Los jueces han alcanzado salarios a la altura de su responsabilida, pero nosotros, los profesores, seguimos haciendo esfuerzos mensuales para alargar el inhumano sueldo. ¿No han oído/leído a todos que la educación es lo más importante para el futuro etc? Esa es la diferencia entre el deseo calculado, cínico, y la dura realidad.
Ha habido algunos intentos por acercarse al acatamiento de la norma. Más bien tímidos, concesivos, hasta de premeditada gentileza política. Pero todo ello es un error. El derecho de los docentes universitarios a un salario digno no es una forma de misericordia. La dignidad de la enseñanza tiene que tener un reconocimiento suficiente para asegurar la propia viabilidad del país. Eso es lo que tiene que entenderse de una buena vez por todas. Si no hay inversión suficiente en infraestructura educativa y en recursos humanos adecuados solo reiteraremos nuestra precariedad sistemática. La educación, muchas veces es usada solo como estandarte político, como un pretexto lírico, para las tribunas en alguna ceremonia o en tiempos electorales. Es como un déjà vu irracional, malévolo. Y eso que venimos exigiendo, constantemente, que nuestro país tiene que asegurar su permanencia en el tiempo y alcanzar niveles adecuados de desarrollo humano. Eso jamás será posible sin un acceso a la educación de la mayoría de nuestros compatriotas y los que la enseñan, los maestros universitarios, tengan la tranquilidad financiera suficiente para dedicarse exclusivamente a ello. Repito, la precariedad en los sueldos es un atentado contra la propia sostenibilidad como nación. Esa macdonalización del trabajo docente debe ser urgentemente revisada.
Mucho se dice que la enseñanza es un apostolado, una manera de salvar almas. Casi como una vocación persistente y bondadosa. No se trata solo de eso. No es solo la voluntad, la pasión por enseñar. Se trata de justicia, de reconocimiento. La ficción de un país que progresa a punta de gastronomía es inadmisible. La educación no debe ser más la última rueda del coche. Por ello, dime cuánto de tu población tiene acceso a educación de calidad y te diré qué tipo de país eres. Así como tratamos a nuestros profesores, así vemos el futuro. El reclamo por el cumplimiento de la ley va más allá del asunto jurídico, es una exigencia moral también. Es un acto de repensar hacia dónde queremos estar como colectivo realmente y dejar de lado los espejismos.
Sin sueldos dignos, sin concentración exclusiva en la enseñanza y la investigación universitaria, solo acentuamos la informalidad, el cachueleo, la entelequia de progreso, el docente itinerante y fabril, acaso, una gigantesca y falsa ficción de nuestra esperanza casi siempre rota, engañada, quebrada, de ser, vanamente, mejores como país.( Por: Rubén Quiroz Ávila* - Otra Mirada)
Profesor de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha obtenido la beca de la Ford Foundation, la Beca Santander Latinoamérica y el premio nacional Raúl Porras Barrenechea otorgado por el Concytec y la Embajada de Francia en Perú. Hizo su postgrado en España y Francia. Ha publicado diversos libros sobre discriminación racial, educación superior y arte latinoamericano.
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